Diferencias entre Taichí y Yoga ¿Cuál es el más adecuado?
- septiembre 4, 2022
- Publicado por: Yùyán
- Categoría: TaiChi Chuan
Para realizar comparaciones es imprescindible conocer bien los conceptos que van a ser objeto de análisis, en este caso dos disciplinas de origen oriental y que desde hace mucho arraigaron en los hábitos, forma de pensar y vivir de una buena parte de la sociedad occidental. Sin duda este sea el motivo de la necesidad de búsqueda y comparación con la finalidad de conocer y escoger.
Uno de los errores más graves cometidos al realizar este tipo de comparaciones es realizarlo bajo el convencimiento de que tan solo es necesario el conocimiento pleno de, por lo menos, una de las partes a comparar. Claro está que encontrarnos en la situación idílica de ser conocedores de todo es complejo, por lo que deberíamos aparcar momentáneamente nuestro ego y solicitar colaboración, o bien recurrir a fuentes objetivas que nos procuren los datos adecuados. En demasiadas ocasiones siempre defendemos mejor aquello que nosotros mismos dominamos, llegando incluso a recomendarlo a quienes no lo necesitan de la misma forma.
¿Qué es el TaiChí?
Lejos de realizar una tesis doctoral, la cual sería tan presuntuoso por mi parte como tedioso para el lector, realizaré un breve extracto del acercamiento al TaiChí, ya que para conocer su larga lista de perjuicios y beneficios disponemos de lecturas más extensas …Leer más sobre el TaiChí.
Para conocer este tipo de disciplina no hay nada mejor que su propia práctica, al tratarse de una experiencia vivencial. Hay quien utiliza la denominación acertada de meditación en movimiento, procurándonos el bienestar general mediante la reproducción de movimientos coordinados y pausados. Con ello conseguimos una singular atención y mejora en la reconducción postural, la motricidad, el equilibrio y la concentración, entre otros múltiples aspectos de la biomecánica sincronizados a un método interno de introspección y conciencia.
De la misma forma que el que ejercita la danza debe sentir la música y el ritmo, la práctica del TaiChí no puede concebirse sin el conocimiento y experimentación del trabajo de la Energía Vital o Qi (Chi) en su recorrido por todo nuestro cuerpo, a través de los meridianos o canales energéticos que trabaja la Medicina China. Este punto de su definición es el que más acostumbra a prestar confusión, puesto que tratamos conceptos totalmente desconocidos (o mal interpretados) por la cultura occidental. Una forma de acercarnos, además de la confianza, es bajo la interpretación de esa energía o Qi como pura intención y atención al recorrido o transmisión de la observación a través de esos puntos o canales.
Prescrito y constatado bajo los preceptos de la sabiduría ancestral de la Medicina China, y cada vez más en numerosas ocasiones por el sistema sanitario occidental, la práctica regular del TaiChí promueve un estilo de vida saludable que disminuye el estrés, la ansiedad, regulando la presión arterial y previniendo todo tipo de enfermedades. Pero como comentaba anteriormente, sobre su larga lista de beneficios dedicamos un apartado específico.
Más allá de su práctica física y mental bajo un manto coreográfico tan exótico como relajante, el TaiChí es una práctica taoísta vinculada a artes filosóficas afines al misticismo del I Ching o el Tao Te King, vertiente no tan presente en la oferta comercial de nuestra cultura y que acostumbra a desvirtuar la esencia de sus orígenes, siendo su objetivo, más que un hobby, el de una forma de vivir en comunión con el Ciclo de la Naturaleza.
Tan variada como dudosa, la literatura existente sobre el TaiChí y su proliferación bajo el método de cortar y pegar, no nos aporta con claridad su procedencia exacta, atribuyéndose en ocasiones al monje hindú Bodhidharma y a su imitación de los animales durante la práctica de la meditación Chán, o bien a la contemplación de la equilibrada pelea entre una grulla y una serpiente por parte del monje taoísta Zhang San Feng. Versiones dulces y terapéuticas o bien más efectivas en el combate, quizás ambas ciertas, y es que el inicio de un Arte como el del TaiChí no es en absoluto el producto de una chispa o descubrimiento espontáneo. No considero que surgiese en un periodo breve de tiempo ni sea potestad de una sola persona y sin duda ocurrió en momentos o con personas que no impedían su evolución con absurdas fronteras o conflictos religiosos, probablemente regenerándose y enriqueciéndose en cada paso, por lo que deberíamos apreciar hoy aún en su práctica auténtica un camino de armonía con nuestro cuerpo, mente y espíritu, es decir, con todo lo que nos rodea e integra.
¿Qué es el Yoga?
El Yoga, como cualquier otra práctica oriental ancestral que nos llegue a Occidente, no puede quedar bajo la sospecha de nuestra capacidad por readaptar todo aquello de lo que podamos extraer un beneficio comercial, ¡sirva esto también para el TaiChí por supuesto! Y aunque no me parece inadecuado si esto procura una facilidad para la transmisión, no debemos caer en la tentación de acomodar la práctica en sacrificio a su auténtica esencia.
De la misa forma que el TaiChí, gracias a su extenso recorrido tanto por los tiempos como por el espacio geográfico, el Yoga contempla diversos estilos y formas de vivenciarlo, pero procuraré exponer tan solo su definición más común, fundamental y esencial, recurriendo a las palabras y vivencias de quienes considero practicantes plenos, es decir, reconocidos por su praxis y comunión de esta disciplina con sus gestos y actitudes, hábitos y pensamientos.
Veremos que existe en el Yoga unos lazos sutiles, no muy ajustados, más bien cómodos… en los que puedo percibir incluso un cierto abrigo con el de la disciplina aquí comparada. Unos lazos que se delatan si sientes más allá de las capas superficiales, de la simple postura o del ego de divulgadores de diversas enseñanzas que proclaman para sí el pedigrí de sus técnicas reinventadas.
El Yoga puede ser mucho más antiguo de lo que proclaman los libros (¿35 Siglos?), pudiendo existir más bien desde que el hombre manifestó su carácter espiritual. Cuando hablamos de espíritu hablamos de religión (¡no te asustes!), atendiendo a sus términos etimológicos, puesto que la religión es algo más que lo transmitido por una Iglesia concreta. Si indagamos sobre el término, religión es re-ligar, volver a unir al hombre con su esencia intuida, re-conocer su propio origen y prepararse para ese reencuentro, entre otros muchísimos y fascinantes métodos que procuran la autobservación y el aprendizaje a través de su propia praxis. Uno de los métodos más puros para ello es el Yoga, siendo además curiosa su propia etimología literal: colocar el yugo, refiriéndose los conocedores del sánscrito al yugo que une dos bueyes, es decir concentrar la mente, absorberse en meditación, recordar, unir, conectar… en definitiva religar.
Como mencionaba, es fácil observar al estudiar en profundidad de los orígenes del TaiChí, o del anterior QiGong, como estas y muchas otras disciplinas de autobservación fueron alimentadas de sabias incursiones en el Yoga más originario que aquí tratamos. Estas enseñanzas sagradas y hasta hace bien poco secretas, fueron traídas a Occidente bajo la proclamación de algunos de sus Maestros de que estos conocimientos pertenecen a todo el mundo, desde entonces hasta hoy día se ha ido expandiendo por todo el planeta.
Como nos recuerda Dolores Carmona (Mârilokâh), experta y ejemplar instructora de Yoga en Écija (Sevilla), “no todo es asana (postura corporal), Yoga es mucho más. Patanjali (pensador hindú cachemiro del S.II, autor del Yoga Sutra) sugiere a los practicantes para disminuir las fluctuaciones mentales en la práctica Yoga: 1) Retener la respiración tras cada espiración porque educa al desapego. 2) Implicarse en un tema u objeto interesante. 3) Contemplar una luz brillante. 4) Recorrer el sendero con guías nobles. 5) Estudiar la naturaleza humana de los estados y encontrar equilibrio. 6) Meditar.” Esto es tan solo un ejemplo de la perspectiva que debemos tomar ante una práctica real, considerando otras apreciaciones o expresiones, como indicaba respecto al respeto sobre diferentes estilos.
“Al realizar las posturas de Yoga con inteligencia, -nos recuerda Mârilokâh-, nos ayudamos de la respiración para abrir espacios y buscar la comodidad dentro de la incomodidad; no intentar realizar las asanas como nuestro vecino de esterilla, sino procurando crecer en nuestra práctica sin aspirar a ser lo que no somos y emplear nuestra energía de forma inteligente sin desperdiciarla.”
Retomando la declaración sobre los beneficios de esta práctica y sin obviar las extraordinarias similitudes originarias con el TaiChí, el Yoga también es prescrito tanto por gran cantidad de expertos médicos como por deportistas occidentales, dependiendo del estilo o adaptación, claro está, para aumentar el rango de estiramientos o capacidad en el flexibilidad, entre otros múltiples beneficios físicos y mentales.
Como en el TaiChí, cada sesión de Yoga es diferente y mejora un aspecto del cuerpo o de la mente que alcanza las emociones, órganos internos, sistema glandular, circulatorio, nervioso, hormonal, metabólico y endocrino, sin olvidar el plano energético considerado evidente y preferencial en estudio terapéutico oriental. Siempre, no olvidemos, procura alcanzar un estado de unión cuerpo-mente-espíritu, o lo que podríamos denominar conciencia de uno mismo y de interacción con nuestro entorno.
Dolores Carmona, en su camino de transmisión nos propone, entre otros, el Sivananda Yoga, estilo originado en India para aliviar el dolor y conseguir la anhelada unificación entre mente y cuerpo: “Aunque, como otros tipos de yoga, se basa en el Hatha Yoga, se caracteriza por ser una práctica de Yoga lenta, con posturas de descanso e integral, incluyendo mucha relajación y meditación, centrándose sobre todo en mover energías, reequilibrar nuestros centros chakras y unirnos con el Cosmos; tiene un carácter más espiritual para llegar a tocar la conciencia y el Ser. –Nos recuerda Mârilokâh: – ¡Ideal para principiantes!”
Diferencias y similitudes entre el TaiChí y el Yoga
Podemos observar en la práctica de Yoga una mayor autenticidad en lo que se refiere al carácter espiritual y religioso (¡recordemos la definición etimológica!), preservando, la mayoría de sus auténticos profesores, la esencia y armonía de esta disciplina con los valores del Ser más profundo.
¿Quiere decir esto que el TaiChí no dispone de la transmisión de estos valores? Por supuesto que los alberga, pero no toda la oferta de sus estilos son portadores de ellos. De la misma forma podemos encontrar una escuela de Yoga que tan solo contemple las asanas o posturas para un beneficio corporal. ¿Pero es ésto lo que buscas?
Así, también encontramos en las Escuelas de TaiChí tendencias que cultivan más la resolución en el combate que su poder terapéutico, o simplemente la adaptación física deportiva, que no es poco pero no lo es todo.
¿Cuál es el mejor? Conclusiones
Aunque pueda parecer lo más cómodo, muchos de los que buscan requieren de un análisis más personal que un mero listado de conclusiones, por lo que es imprescindible realizar un trabajo de implicación individual además de reflexionar sobre los apartados anteriores.
Como podemos ver ambas disciplinas disponen de una carga altamente beneficiosa y cuanto más las conozcamos más similitudes o diferencias encontraremos, ya que tanto en su ámbito de aplicación, como adaptación en la práctica y beneficios a nivel general son extraordinariamente amplios.
Tu Ego es tan inteligente como temeroso, pues sabe que el día que pare a escuchar desaparecerá. Yùyán.
La Energía, bien denominada Qi en China, Prana en hindú o Ki en tierras japonesas y coreanas, es común en todas las corrientes, defiriendo el método o herramientas utilizadas según cada disciplina. Todas disponen de una raíz común y un objetivo esencial afín, debiendo imperar el sentido común, la humildad y el orden dentro del caos de nuestra alocada y ególatra mente para descubrir en el Yoga, el TaiChí, la Danza del Vientre o en diversas Artes Internas o Externas un Camino o método que escogeremos de acuerdo a nuestras propias afinidades, porque vibren en la misma frecuencia en que nosotros estemos sonando en el momento de la búsqueda, pero sin olvidar, como me recordaba mi padre, la cuna de la cual procedemos y de esa forma respetar y enriquecernos con cualquiera de las enseñanzas que reconozcamos en nuestro caminar. De la misma forma que a un Maestro, la reconocerás si la buscas con el corazón.