I Ching | Yì Jīng. Hexagrama 23 – Bō

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Bō 剝 / La Dispersión

Hexagrama 23 - Po / La Dispersión

La montaña majestuosa cede al abrazo constante de la tierra,
así es el ciclo de la vida, donde en la desintegración hallamos la semilla de la renovación.

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El Hexagrama 23 del I Ching, conocido como “Bō” o “La Dispersión” o “La Descomposición”, es un símbolo profundo de la naturaleza cíclica de la vida y el cambio constante que experimentamos en el mundo y en nosotros mismos. Este Hexagrama se compone del Trigrama Kūn, lo Receptivo, que se encuentra en la parte inferior, y el Trigrama Gèn, la Inmovilidad, que ocupa la posición superior.

Hexagrama 23 - Cánticos del Yì Jīng de Zhāng Chóng Jí | Yùyán®

La imagen de “Bō” nos muestra la manifestación de una montaña, que simboliza la estabilidad y la firmeza, encima de la tierra, que representa la receptividad y la flexibilidad. En este contexto, la montaña se convierte en un símbolo de lo inmutable y lo duradero, mientras que la tierra representa la capacidad de recibir y adaptarse a lo que viene de arriba. Sin embargo, esta disposición también implica un conflicto aparente entre la estabilidad y la receptividad.

La clave para comprender “Bō” reside en reconocer que, a pesar de su inmovilidad aparente, la montaña eventualmente cederá a la constante influencia de la tierra. Este proceso de dispersión y cambio es una parte esencial de la naturaleza y de la vida misma. Así como las montañas son erosionadas por el viento y la lluvia con el tiempo, nuestras vidas también están sujetas a la influencia constante de las fuerzas cambiantes.

Este Hexagrama nos enseña que, aunque podemos esforzarnos por mantenernos firmes y estables en nuestras vidas, hay momentos en los que debemos reconocer que ciertas cosas han llegado al final de su Ciclo Natural y deben ser liberadas. La descomposición, la dispersión y la disolución de lo antiguo son necesarias para dar paso a lo nuevo y permitir que la vida fluya.

“Bō” también nos habla de la moderación y la humildad en nuestras acciones. No debemos aferrarnos obstinadamente a lo que ya no sirve, ni forzar el cambio de manera precipitada. En cambio, debemos aprender a fluir con el ritmo natural de la vida, reconociendo cuándo es el momento adecuado para soltar y permitir que ocurra la transformación.

Incluso en medio de la descomposición y el cambio, hay una belleza intrínseca en el proceso. Así como las hojas caídas en otoño fertilizan el suelo para el renacimiento en primavera, nuestras experiencias pasadas y nuestros aprendizajes contribuyen a nuestro crecimiento continuo.

Debemos abrazar el cambio y la transformación como partes esenciales de la vida, aunque podamos enfrentar momentos de disolución, estas experiencias son necesarias para permitir que lo nuevo florezca. No olvidemos la humildad y la moderación mientras navegamos por los ciclos de la vida.

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